UNA ISLA DE BELLEZA

R.V.Ponte
Faro de vigo

 

Obra: La isla de la mujeres locas de Alfonso Pexegueiro
Dirección:  Vanesa Sotelo
Auditorio Municipal de Vigo, Jueves 18 de Febrero, 21:00

 

Hubo un tiempo en el que la palabra dominaba los escenarios con tal exageración que parecía un elemento indispensable para el arte teatral. Los grandes genios de la interpretación eran valorados por las habilidades declamatorias más que por la manera en la que procuraban (fracasando en el intento) la veracidad de sus actos en escena. Después y hasta los nuestro días, el mundo se enteró de que el teatro es el arte de mirar, y las vanguardias de entreguerras insistieron en potenciar la dimensión visual del arte dramática hasta llegar al postdrama de comienzos de este siglo XXI donde la historia, el argumento y la anécdota son el menos importante.

Pero las gentes del teatro insisten en acudir a la palabra. Sin ella el ser humano ve disminuidas sus herramientas de expresión, sobre todo si el cuerpo es la materia de trabajo. Pero el renacimiento de la palabra teatral viene acompañado por el aprendizaje en la estética de la imagen contemporánea. No  iríamos muy desencaminados si dijésemos que asistimos a un resurgir de aquel simbolismo que había llegado a estar de moda en los escenarios franceses de hace cien años. El teatro simbolista le daba la primacía a los versos de los poetas decadentistas finiseculares, pero siempre con un gusto por la imagen misteriosa y por el gesto delicado.

La isla de las mujeres locas es, además de uno de los más hermosos poemarios escritos en nuestro idioma, un espectáculo poético-teatral, a camino entre el recital de grande formato y la danza contemporánea, en el que el propio autor está presente en escena (lo que nos trae a la cabeza al polaco Tadeusz Kantor). En un espacio completamente vacío, empapado de un azul nocturno, el ponteareano Alfonso Pexegueiro va recitando sus finos versos con la delicadeza que sólo él conoce, mientras contempla, maravillado, como su poesía va tomando cuerpo. Son Vanesa Sotelo (que también dirige el montaje) y María Capparrini, que bailan para él y con él en una interminable coreografía de ir y venir, gritos y silencios, miradas perdidas y contactos imposibles.

A veces uno tiene la sensación de que es como si las tesis del creacionismo que había Postulado Vicente Huidobro tomaran forma en esta obra preciosista y precisa, porque llega con la palabra para que el hecho se realice y aparezca ante nuestro atónito mirar. La presencia de los músicos, Anxo Pintos en la zanfona y Quico Comesaña en la arpa, acrecienta y completa la atmósfera del espectáculo para ofrecernos una evocación de tiempos remotos y lugares lejanos, a lo largo de una narración en la que cada palabra añade un sentido ajustado a cada movimiento de las actrices y viceversa.

Puede que la obra incomode a ciertos sectores del público más hambrientos de entretenimiento gratuito y de acción cinematográfica. Puede también que el ritmo del espectáculo peque de cierta parsimonia en la que se echan en falta algunos saltos de contraste dinamizadores. Pero nadie podrá negar que el teatro es un arte y no una industria del ocio y que toda arte tiene el deber de procurar formas arriesgadas. La compañía Inversa apuesta firmemente por la expresión alterdramática (otro teatro es posible) y es ahí, en esa perseverancia, donde radica el valor de su empeño.

Y al final, como siempre, las palabras volverán al pecho del poeta, olvidando que una vez fueron un cuerpo, un mundo, un teatro.

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